Vivir según los otros. El síndrome de la niña buena. Sobreadaptación.
El concepto de «síndrome de la niña buena» es un concepto que estamos viendo a menudo en redes sociales. Es muy explícito, sirve y se ha convertido en una etiqueta que puede definir bien toda una serie de actuaciones y conductas de personas, generalmente mujeres aunque no necesariamente, que se colocan en una posición de inferioridad respecto a las demás personas. Procurando así satisfacer a los demás antes que a ellos/ellas mismas. No tendría claro si considerarlo como un síndrome o valorar considerarlo un rasgo de personalidad. También se conocería como sobreadaptación.
¿Qué característica presenta una persona con este síndrome?
Lo que caracterizaría a esta persona sería su necesidad de ser aceptada, reconocida, valorada y querida. Ésto solo será posible desde la creencia de la bondad y la complacencia con los deseos de los otros. Todos los pensamientos y sentimientos que no se correspondan con esta creencia serán constantemente negados o reprimidos.
Por tanto actuará tratando de adaptarse mejor a las peticiones externas y tapando sus propios deseos, dando más valor a las necesidades de los demás.
Dos emociones que aparecerán frecuentemente serán la ansiedad y la culpa. Aparecerán cuando el otro parezca crítico, enfadado o distante. Se repetirán pensamientos como: ¿He hecho algo mal? Enlazando así los sentimientos del otro directamente a algo que es responsabilidad de la persona misma. Cabe recordar que la ansiedad puede cristalizarse en síntomas muy diversos como mareos, dolores de cabeza, sudoración, taquicardias, entre muchos otros. Frecuentemente la persona que actúa sobre esta dinámica se encuentra tomando decisiones influenciadas por cómo cree que la ven los demás en lugar de por sus propias apetencias.
No expresa desacuerdo y mucho menos enfado. Probablemente encontremos rasgos en etapas anteriores que pudieran ya indicar estas pautas. Tal vez desobedecer a la familia de origen estaba prohibido, la rebeldía se veía como una debilidad y se ridiculizaba o tal vez aunque no hubiera normas explícitas, no seguir unos patrones de conducta se podía penalizar directa o indirectamente mediante manipulación, llevando a la creencia que lo que dicen los demás es más cierto que lo que proviene de los propios sentimientos. La idea de que alguien pueda pensar mal de ella no se considera aceptable.
¿Por qué se da más en mujeres?
Las mujeres siguen arrastrando una pesada carga en la imagen. Han de ser buenas madres, hijas, parejas, trabajadoras. Han de estar dispuestas a asumir las responsabilidades de las que otros no se hacen cargo. Vemos constantemente que las mujeres siguen encargándose en gran medida de los padres ya mayores ante la pasividad de sus hermanos. Son también en la mayoría de los casos las que se encargan de los hijos, viendo, por ejemplo, como los grupos de padres y madres de los colegios son en su mayoría madres. Ante esta carga tan grande pueden aparecer sentimientos de enfado y estrés que deriven en la sobreadaptación. Cabe recordar que es una característica de la personalidad, nadie pasa a ser sobreadaptado de un día para otro.
Sobreadaptación en personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
Observamos que se presenta también en muchas personas con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que suelen tener actitudes y comportamientos propios de la sobreadaptación. Muchas personas con TOC viven sobreadaptados al entorno y a las personas con las que están. Tienden a vivir complaciendo a los demás sin mirar por sus propias necesidades y deseos. Su actitud y conducta se rige por hacer lo que se espera de él/ ella y reprimen aquellas emociones y sentimientos que podrían hacer que los demás le rechacen o abandonen. No se permiten expresar rabia, disconformidad, rechazo… porque creen que si lo hacen, serán rechazados, abandonados o simplemente les dejarán de querer.
Esto hace que la persona siempre se muestre complaciente y correcta con los demás, tratando de hacer sentir bien a todo aquel con el que está y teniendo una actitud sumisa y dependiente, pero interiormente siente irritabilidad, malestar, estrés, frustración, rabia… y cuando esto es así, hablamos de sobreadaptación.
Normalmente la sobreadaptación se inicia durante la infancia y /o adolescencia. La primera relación del niño/a la establece con las figuras paternas y según el tipo de relación que tengan con él/ ella facilitará el desarrollo de la sobreadaptación. Vamos a valorar algunos casos:
– La sobreprotección de los padres
Cuando los padres educan a sus hijos desde la sobreprotección, es decir, cubriendo sus necesidades, haciéndoles todo por ellos sin dejar que sean ellos quienes se valgan por sí mismos, están favoreciendo que el niño/ a desarrolle una personalidad dependiente y que no sean capaces de tomar decisiones por sí mismos, necesitando la aprobación y consentimiento de los padres para hacer cualquier cosa. Ello no permite que el niño/ a crezca desde el error y el aprendizaje, lo que va generando una personalidad sobreadaptada, ya que la relación que establece con los padres será el tipo de relación que establezca con los demás, tomando actitudes dirigidas a la aceptación y aprobación de los demás.
– Padres muy exigentes o culpabilizadores
Cuando los padres son muy exigentes o culpan de cualquier suceso al hijo/a pueden hacer que el niño/ a sienta a un nivel inconsciente, que para merecer su amor ha de conseguir ciertos objetivos o lograr ciertas cosas, en vez de sentirse queridos simplemente por lo que son. Por eso, fácilmente puede desarrollar comportamientos propios de la sobreadaptación, como por ejemplo, vivir tratando de satisfacer a sus padres y a los demás para sentirse aceptado y amado.
– Padres ausentes o con actitud indiferente
Cuando las dos o una de las figuras paternas están frecuentemente ausentes. O estando presentes actúen con indiferencia hacia los hijos pueden generar también comportamientos de sobreadaptación, buscando captar la atención de los padres.
¿Qué se esconde detrás de la sobreadaptación?
Miedo al rechazo, necesidad de agradar a los demás, código ético rígido y altamente exigente. Su ideal de perfección se presenta inalcanzable y ello hace que por mucho que consigan ciertos objetivos y logros de real importancia, para ellos nunca es suficiente e incluso tienden a castigarse y a ser muy duros consigo mismos.
Consecuencias de la sobreadaptación
Es importante tener en cuenta que la sobreadaptación genera ciertas consecuencias significativas en el bienestar personal de la persona. Por ejemplo, su alta autoexigencia deteriora considerablemente su autoestima y vivir tratando de adaptarse constantemente al criterio y a las necesidades de los demás hace que uno viva con una sensación de agotamiento mental, estrés e irritabilidad.
Estas serían algunas de las características que definen la sobreadaptación y que están presentes en muchas personas que padecen TOC, porque ambos términos están íntimamente relacionados. El origen y desarrollo de la sobreadaptación y el TOC tienen elementos en común: la inhibición de la espontaneidad, los instintos, expresar la disconformidad, etc.
Vivir sin tener la dependencia de agradar a los demás es liberador, sano y necesario. Sin embargo, cuando uno vive desde la sobreadaptación, es muy difícil cambiar esas dinámicas internas y externas por uno mismo. Por eso, a través de un trabajo psicoterapéutico centrado en el TOC, también se trabaja la sobreadaptación y la persona puede empezar a descubrir sus propias necesidades, valores y deseos propios; expresar y manifestar los núcleos de su personalidad más inhibidos, aumentar considerablemente su bienestar interno, desarrollar sus potencialidades, etc.
Sobreadaptación desde otra perspectiva
William Blake decía que el cuerpo no es distinto al alma, llamamos “cuerpo” al pedazo del alma que se percibe con los cinco sentidos. Freud sostenía, además, que son los artistas y en concreto los poetas quienes mejor expresan lo inconciente. El arte llega en muchos aspectos allí donde las palabras no alcanzan. Cuerpo sería entonces lo que percibimos como cuerpo. Pues bien, esta posibilidad de percibir el cuerpo, no es algo que traigamos, sino que lo construimos en nuestros primeros años de vida dentro del vínculo con nuestra madre, o quien cumpla dicha función. Existen personas que priorizan su atención a las demandas del mundo externo. Suelen ser absolutamente responsables y muy exigentes en cuanto a su rendimiento, se sobreadaptan a las exigencias de la realidad ambiental sin tener en cuenta sus posibilidades. Su ideología de vida concuerda mucho con el concepto de éxito actual, lo cual los hace aún más peligrosos para sí mismos, porque aparecen como “los triunfadores”. Al rendirse a las demandas del exterior, hay una desconexión con los mensajes del interior emocional y corporal. Confunden ser exigidos con ser queridos o valorados, interpretando los mensajes como órdenes o exigencias a ser cumplidas, expectativas que deben satisfacer, para ser queridos, claro.
El cuerpo será quien empiece a poner el límite que la persona no logra ponerse psíquicamente, porque no puede conectarse con los mensajes de su cuerpo para darles cabida, respetándolos, atendiéndolos. La relación de estas personas con su cuerpo, es en términos de rendimiento: lo nutre, lo adorna, lo ejercita, pero no lo integra a su vida emocional, no entiende los sentidos afectivos que pueden tener determinadas manifestaciones que emanan de su cuerpo.
Por ejemplo, son personas que no registran que están estresados, y, si se lo indican, lo sienten como una molestia que hay que eliminar, y no como algo a tener en cuenta y atender: si estoy cansado debería descansar, no tomar algo para eliminar el cansancio y seguir adelante. Coincide su estilo de vida con un ideal social de rendimiento y de “píldoras para dormir” acompañadas por café para despertarse o estar enérgico.
También tenemos, por supuesto, toda una cantidad de “terapias alternativas” con contenidos siempre dirigidos a “eliminar malos pensamientos”, o “eliminar molestias”. Nada que tenga que ver con asumir y elaborar situaciones aceptándolas dentro de una configuración que le dé sentido con el debido respeto a todas las partes de nuestra vulnerable humanidad, sin tratar de eliminar los sinsabores sino aprendiendo a fortalecernos para que no nos superen, pero incluyéndolos como parte de la vida misma.
Destacar el artículo de Patricia Caporalín y las fotos de Diana Polekhina y George Arthur Pflueger
Miguel Tejedor Girbés
Psicólogo
Experiencia en ámbito público y privado como psicólogo general sanitario y psicoterapeuta. Formación en Orientación Escolar y Laboral. Formación en terapia cognitivo conductual y en psicoanálisis. Ex técnico superior en desarrollo de aplicaciones informáticas. Intentando reparar sueños rotos y trazando caminos no iniciados.